jueves, 4 de abril de 2013

De niños y más... (juguetes)

Muchos fueron creados con el único fin de entretener...
Con el paso del tiempo y de todas las generaciones por venir, ellos fueron surgiendo del imaginario colectivo; ellos fueron acompañando la historia de la humanidad, paso a paso, junto a sus creadores, resumiendo cada jornada de paz, de guerra, desentimientos afluentes unos con otros.

Estas criaturas se moldearon a imagen y semejanza de su padre; de sus ideales, de sus miedos. Sin embargo, comenzaron a amalgamarse casi junto con ellos; es decir, cuando sus padres apenas eran unos niños.

Desde el primer paso, todo el mundo alrededor, ese infinito charco que con cada una de sus imágenes restriega sobre cada uno de nosotros su proceder eterno, su inmenso y salpicado éter de sensaciones que poco a poco van calando hasta los huesos, hasta ser impredeciblemente humanos.

Los niños poseen ese don precioso de fluir sobre lo que tocan, de entrometerese en la vida misma y su ser ineludible, el devenir no es medido, sino vivido en su plenitud.

Los juguetes para ellos son como la vida misma que poseen, los juguetes son los seres, son el mundo, los juguetes son el complemento perfecto de este silencio vital que se mvuelve imperceptible para nosotros, los "no-niños".

Es desde este momento que los juguetes y los niños se toman la mano; se inicia un vínculo del que nunca podrán escapar, hasta el extremo de no saber quien procede de quién o cual de los dos es cual.

De cualquier forma, al llegar a mayores nos damos cuenta que muchos de nosotros no somos más que simples juguetes de las circunstacias; de nuestras porpias elecciones y nuestros propios fantasmas. El juguete por excelencia, el ser humano en toda su plenitud, sin importar los anales de cualquier historia contada, con mentiras o sin ellas; al final la sinceridad es como la muerte, no tiene ningún hueco por el que se pueda escapar de ella.

Y es en esa suerte de jugueteo con la vida, que nos reencontramos, nos miramos fijamente hasta ver el niño que llegó hasta este punto, hasta este reencuentro, donde el último suspiro no es más que una pequeña metáfora.

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